El ocaso de Axayacatl
A pesar de todo, el Señor del Rostro de Agua comando una nueva expedición de conquista tres años después con rumbo del Mar de la Vida: al este del imperio, en el cual sin mucho esfuerzo logró conquistar las siete capitales de las tierras de Tochpan, sin embargo, ninguna conquista podría componer la rota psique del Señor Axayacatl, que pasaba muchas noches en vela o noches con malos sueños, añorando la muerte en guerra, la muerte al filo de la obsidiana y acompañar así al Señor Huitzilopochtli desde el levante hasta el cenit en su travesía celestial. Eso era lo que el Tlatoani más lamentaba, creía firmemente que su destino era acompañar al Señor Sol y que su oportunidad le había sido arrebatada al deber anteponer a ello la estabilidad del imperio cuando huyó en tierras P’rempechas.
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Debido a ello mando tallar un enorme monumento donde se mostraran las eras del Cem Anahuac y que incluyera la cuenta de los días hasta el fin de los tiempos, siendo esta la forma que tendría el Tlatoani para acompañarlo hasta el fin de los días: por medio de La piedra del Sol.
Cerca de un año después de su última victoria en Tochpan, la luz de vida del Tlatoani llegó a su fin sin haberse repuesto nunca de la herida en su tonalli que el pueblo Tarasco había provocado cuatro años antes.
Que el Señor Huitzilopochtli lo acoja eternamente en su travesía diurna y lo llame a su presencia cuando deba enfrentarse a los Centzon Huiznahua cada noche en el Micltan, donde el Señor Axayacatl mostrará eternamente el valor y el coraje del corazón mexica.